Socialización: esa misión diaria, imperceptible y vital del arte

Desde el inicio de la vida, el ser humano tiene la necesidad básica de relacionarse con los otros.

Las relaciones sociales son una parte sustancial de nuestro quehacer cotidiano: rutinas del hogar, reuniones de trabajo, intercambio de bienes, entretenimiento, causas sociales, medios de comunicación, entre otros. Los vínculos que se generan a partir de estas interacciones desarrollan una identidad en las personas y un sentido de pertenencia a cierto grupo, proporcionando confianza y seguridad.

El tiempo compartido para apreciar o practicar alguna actividad artística también es parte importante de nuestra socialización diaria, aunque a veces pase inadvertido. Y es que el arte está impregnado en la mayoría de actividades humanas: desde las canciones que se cantan con los amigos mientras se va caminando hacia algún lado, o el intercambio de opiniones sobre una película, o los instantes compartidos cuando apreciamos un fantástico mural en la pared de algún edificio, hasta las pequeñas danzas improvisadas que emergen mientras se cocina la cena de la noche, por ejemplo.

Cuando pienso en el arte como catalizador del vínculo social no dejo de pensar en nuestros ancestros humanos, hace más de 17.000 años, congregados alrededor del fuego, escuchando las historias de los miembros más viejos de la tribu cuando hablaban sobre el origen de las cosas, de las bondades y peligros de la naturaleza, de las peripecias y victorias cotidianas. Hoy, al igual que en aquellas épocas, el arte ha sido el medio sublime por el cual los seres humanos hemos conservado nuestro patrimonio simbólico como especie, es decir, aquello que llamamos cultura.

El arte, pues, no se trata sólo de una actividad humana aleatoria; es la respuesta a una pregunta muy vital: ¿cómo puedo expresar lo que siento y pienso desde otro lugar más allá del lenguaje formal?

Quizás esa misma necesidad de expresión es la que nos lleva a identificarnos con cierta canción, con cierto poema, o alguna pintura en particular. Y cuando notamos que hay más personas que también son sensibles a dichas manifestaciones artísticas, nos inunda una placentera sensación de seguridad, de pertenencia, de sentirnos acompañados en este mundo.

Es así como el arte realiza su misión diaria, casi de manera imperceptible: conectar a los seres humanos entre sí, abriendo nuevas posibilidades de ver y accionar sobre la realidad.

Por: Pablo Molina Cortés
Especialista en Arte
Unidad de Promoción de la Salud
www.ups-obs.com

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